VIDA

Con la fuerza del espíritu

María Luisa Medellín

(21 diciembre 2014) .-00:00 hrs

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Aún frágil de salud, no dudó en abordar un helicóptero para viajar hasta la Huasteca potosina, hace mes y medio, con tal de acompañar a la brigada médica y a las misiones que llevarían auxilio, alimento y oración a los más necesitados.

Pretendía trasladarse en camioneta, pero el médico le recomendó no hacerlo porque después de una caída que sufrió hace tres años, en la que se fracturó un hombro, su columna vertebral y sus rodillas siguen vulnerables.

"Yo quería acompañarlos y no faltó quien dijera que un amigo tenía un helicóptero, y que conseguirían un piloto, y me fui varios días a llevar la palabra de Dios", cuenta Monseñor Juan José Hinojosa Vela, de 79 años, con una sonrisa plácida y casi permanente que empequeñece sus ojos tras los lentes.

No podía faltar a ese apostolado que hace casi un par de décadas nació bajo su guía, en Caridad Misionera y Misiones en Familia, que hoy involucran a centenares de católicos en el auxilio de comunidades marginadas de Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Oaxaca.

Aparte de compartir la meditación bíblica, sus labores abarcan la reconstrucción de capillas, entrega mensual de despensas y solución de casos especiales que precisan consultas, medicamentos, estudios y cirugías que se practican en Monterrey, mientras los familiares de los pacientes se hospedan en la Posada del Peregrino.

"Es asombroso cómo estas personas con grandes necesidades se sienten reconfortadas con la sola presencia de Monseñor, quien sin importar sus problemas de salud desea estar con ellos, los escucha, los confiesa, les da una palabra de aliento. Ellos nos dicen que él les transmite paz y esperanza", cuenta María Guadalupe Valdés de Rodríguez, coordinadora de las obras de caridad del presbítero.

Añade que cuando él gozaba de mejor condición física, subía por la sierra para visitar a los pobladores y, sobre todo, a un par de ancianitos que vivían en lo más alto, y que cada que lo veían les causaba una inmensa alegría.

"Las misiones han marcado mi vida", subraya afable el sacerdote, quien a pocos días de su regreso presentaba su libro "Jesucristo Cruza la Historia Sembrando Esperanza", en el que reunió sus homilías dominicales de tres años o ciclos litúrgicos, que invitan a vivir la fe y a trascender como seres humanos.

La presentación fue en el Santuario y Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, de la que hasta hace dos años fue párroco, aunque sigue cercano a sus feligreses, quienes esa noche llenaron el lugar y lo colmaron de aplausos.

Por esa nutrida respuesta, aún tiene pilas de libros por firmar. Quienes los adquirieron los dejaron con una papeleta, en la que aparece su nombre y teléfono, para que se los dedique y, luego, alguien de la iglesia les llame para ir a recogerlos.

"Es una edición de lujo con prólogo del Cardenal Francisco Robles Ortega, quien fue Arzobispo de Monterrey, y vamos a hacer otra más modesta", detalla este hombre alto y muy delgado. "Con el favor de Dios esto va a ayudar a mucha gente, porque lo que se recabe de la venta de los libros es para ayudar a los enfermos de las misiones, y que la gente muy pobre tenga cuando menos una despensa mensual.

"Cada reflexión equivale a una hoja de máquina por los dos lados, y me decidí a recopilarlas en un libro porque algunas personas me decían: 'Conservo todas sus hojitas dominicales', y dije: ¿por qué si yo también las tengo en la computadora, no las publico?", exclama abriendo los brazos tras el escritorio de su pequeña oficina, en la que casi nunca está solo porque alguien llega a pedirle un consejo, una bendición, o al ver familias con niños, él los llama para regalarles chocolates que guarda en los cajones de su escritorio.

Incluso cuando camina despacio hacia la iglesia, ligeramente encorvado, chicos y grandes se le acercan, lo saludan, le besan la mano o lo abrazan.

Él platica que está muy contento porque en el 2015 festejará sus 50 años como sacerdote y sus 80 de vida.

"Vamos a tener una celebración el 29 de junio, el mero día de nuestra ordenación sacerdotal. Va a ser en Torreón porque José Guadalupe Galván, el Obispo, que es parte de esta generación del 65, está allá. Él ya nos dijo: 'Arreglen sus cosas porque tengo todo preparado y va a ser en un estadio'", dice gustoso.

Además de él y Galván, otros festejados de la generación serán: Emigdio Villarreal, Héctor Valenzuela, Santiago Cavazos, Jesús Garza, Tomás Herrera, Cosme Carlos Ríos y Marcelino Arrieta.

"Dos más ya murieron: Gildardo 'El Pollo' Chávez y Jesús Aviña", enumera el sacerdote. Luego añade que en Monterrey también habrá celebración.
Al igual que las de su cumpleaños, estará organizada por los equipos de meditación bíblica y misiones.

HEREDERO DE UNA FE VIVA

Este promotor incansable de la meditación de la palabra de Dios, del  rezo del rosario y la veneración mariana, de quien sus fieles comentan que irradia bondad y paz, nació en General Treviño, y heredó de sus padres, Manuel Hinojosa Chapa y Dominga Vela Vela, el testimonio de una fe viva.

"Mi papá enviudó y se casó en segundas nupcias con mi mamá; ya tenía dos hijos: Rodrigo y Odilia, quienes recibieron el mismo amor que nosotros. Del segundo matrimonio hubo seis hijos. Yo soy el segundo, y tres ya murieron.

"Aunque mis papás se casaron, la foto que estaba en la sala era la de mi padre con su primera esposa, a quien mi mamá nos hacía llamar tía Amalia".

Monseñor Juan José narra que se llama así en honor de su tío, el Padre Juan José Hinojosa Cantú, quien se encuentra en proceso de canonización, y murió al día siguiente de que él naciera.

"Mi abuelo le propuso a mis padres que me bautizaran con ese nombre. Yo todo lo que sabía de mi tío es que murió joven y en su vida cultivó un enorme amor a la Eucaristía y a la Virgen".

También son familiares suyos el Obispo Alfonso Hinojosa Berrones y el Padre Héctor Viniegra Hinojosa, pero eso, asegura, no influyó en su vocación. Él quería ser maestro, pese a que sus amigos y primos le decían que debía ser sacerdote como su tío.

LAS LLAVES DEL REINO

En la sala de su casa, donde hay fotos y recortes de periódicos con la imagen de su hermano, María del Refugio recuerda que era amiguero y líder desde niño, que organizaba obras de teatro y llevaba al templo los centavos que cobraba por las entradas.

"Vino a estudiar comercio a Monterrey, y luego Rodrigo, mi hermano, lo invitó a trabajar en la Ciudad de México, donde él vivía".

Allá leyó el libro "Las Llaves del Reino", de Archibald J. Cronin, que narra la vida de un misionero en China durante un periodo de hambre, peste y guerra civil, lo que despertó su interés por el sacerdocio y lo impulsó a escribir una fantasiosa carta a sus padres, llena de misiones en otros continentes.

En lugar de respuesta, su papá fue a visitarlo de inmediato y le aconsejó esperar a cumplir 18 años tenía 16 para definir su vocación.

"Juan José ya no habló del tema", comenta con voz clara María del Refugio, alta y de cabello corto, "pero más adelante mi madre le preguntó si seguía con la idea de ser sacerdote. Mi hermano le dijo que sí. Entonces le sugirió que entrara al Seminario de Monterrey, en vez de pensar en irse lejos".

Tras su ordenación fue vicario parroquial de la Catedral durante tres años, asistente de Acción Católica Juvenil, asesor de Cáritas Diocesana y maestro y director espiritual de seminaristas por casi tres décadas.

Su ex alumno Juan Martín Meléndez dice que no ha conocido a nadie con más coherencia entre sus enseñanzas y acciones.

"Su magisterio era y es vivencial. Él es íntegro, espiritual, solidario con los más desfavorecidos. Habla a los demás, con su ejemplo, sobre cómo acercarse a Dios y llevar intensamente la vida de la gracia".

UN MINISTERIO DE SERVICIO

Mientras era director espiritual en el Seminario, el Padre Juan José iba a oficiar misa en algunas iglesias, y al escuchar sus homilías, una señora le pidió asesoría para conocer más las Sagradas Escrituras, así iniciaron los círculos de meditación bíblica.

Luego se integraron grupos de matrimonios con el mismo propósito, que se extendió al trabajo misionero en comunidades con pobreza extrema.

Francisco Martínez, uno de los coordinadores grupales, comparte que el sacerdote encendió la llama de la fe cuando fue párroco en Jesús El Buen Pastor, de 1994 al 2000.

"La comunidad estuvo muy participativa en torno a su ministerio. Él organizó el rosario del alba, los sábados de octubre a las seis y media de la mañana. La gente salía a rezarlo por las calles, con velas, y se unían de otras parroquias".

También fortaleció las misiones y promovió los Viacrucis penitenciales en un terreno ascendente que le prestaron. Ahí se colocaban las 14 estaciones y los fieles recorrían el camino de Jesús en el Calvario.

En ese tiempo recibió el monseñorato, una gran sorpresa para él. El título es honorífico, pero de alto valor por ser el Papa quien lo otorga.

Francisco añade que cuando lo asignaron al Santuario de Fátima, la comunidad lo sintió mucho. Los niños le enviaron cartas. Los mayores lo despidieron con mantas en las que se leía: "Se va, pero su corazón se queda con nosotros", y le dijeron que extrañarían sus homilías.

"Él es un pastor cercano a sus ovejas, generoso, humilde, que vive al servicio de los demás", expresa conmovido.

María del Refugio comparte que tiene el don de sumar a sus causas a quien sea, y con lo difícil que es convencer a la propia familia, logró que tres de los hermanos, incluyéndola, se dediquen al trabajo misionero hasta en sus vacaciones, y con la mayor alegría.

PASTOR INCANSABLE

Al cumplir 75 años, Juan José, quien fue Vicario Episcopal de las zonas 1 y 5 de la Arquidiócesis de Monterrey, presentó su renuncia, no se la aceptaron, y continuó como párroco en Fátima hasta hace dos años, aunque sigue igual de activo.

Desde que llegó ahí quiso que su comunidad fuera eucarística, mariana y misionera, y a eso ha dedicado sus fuerzas.

"Mi devoción por la Virgen María es muy grande, y de los santos, primero está San José. Luego tengo cinco preferidos: Juan Bautista, Martín de Porres, Juan Vianey, patrón de los sacerdotes; Teresita de Jesús y José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei".

A Monseñor Juan José le gusta leer y su autor favorito es José Luis Martín Descalzo, quien a su parecer escribió la mejor vida de Jesucristo que ha llegado a sus manos.

Se confiesa impaciente y preocupón, sobre todo por la pobreza moral y física, por la fragilidad humana.

Después de los dones de la fe, el sacerdocio y la perseverancia, señala que el más grande que ha recibido es el de la amistad.

Dinámico, confiesa, oficia misa y recibe a los fieles que desean verlo y escuchar su palabra.

En su agenda ya se encuentra una junta de planeación para las próximas brigadas de salud que llevará a los más pobres entre los pobres de la Huasteca potosina.

Su mayor anhelo es que hasta el último suspiro, su vida siga siendo una misión permanente de servicio.