VIDA

Emma Molina

En la aventura del arte

María Luisa Medellín

(21 febrero 2016) .-00:00 hrs

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Los límites no se hicieron para Emma Molina. Entre risas recuerda cuando llamó a la oficina de Madonna para invitarla a asistir al Premio Marco, en el que una obra de las realizadas por decenas de creadores nacionales y extranjeros recibía un millonario galardón.

Emma era gerente de relaciones públicas del naciente museo y, al igual que el equipo de trabajo, deseaba posicionarlo a nivel internacional.

Aunque recibió un no por respuesta, lo intentó, porque sabía de la afición de "La Chica Material" por el arte mexicano, sobre todo de la obra de Frida Kahlo.

Con esa misma resolución fue en busca de Jaime Sabines, tras leer uno de sus poemas, y a la vuelta de tres años el chiapaneco ofrecía aquí un recital memorable.

Emma se lanzó de nuevo a la aventura y abrió su propia galería hace 18 años. Ha cumplido la mayoría de edad en esta faceta, y a la par de promover talentos jóvenes y exponer a los consagrados, ha recorrido las principales ferias de arte del mundo llevando a los artistas que algo tienen que decir con su obra.

I

De cabello corto rojizo y alborotado, casi como una flama, Emma dice que nació en una familia muy ecléctica y surtida en cuestión genética. Su mamá, Yolanda Solís, es de ascendencia inglesa y maya, mientras que su papá, el empresario Carlos Molina, era sonorense y algo francés.

El arte le viene desde la cuna porque su abuela era pintora y su mamá es pianista.

Emma fue muy traviesa, juguetona y rebelde desde niña. Es la mayor de sus hermanos, Celia y Carlos, y pésima tía de cinco sobrinos, según sus palabras.

Dice que estudió hasta preparatoria y, aburrida, se marchó a Inglaterra por una temporada que se prolongó cinco años, en los que fue mesera y hasta cuidadora de enfermos psiquiátricos.

"Trabajé en un montón de cosas desde muy chica, y esa noción del trabajo me ha hecho estar siempre viendo, con las antenas paradas. Incluso tuve un restaurant en San Pedro, que se llamó Mare, pero muy poco tiempo. No puedo estar quieta, es mi naturaleza, igual que mi carácter explosivo", reconoce y suelta la carcajada.

En el estudio de su casa, enclavada en la montaña, o de su cabaña como dice ella, narra que a su regreso de Inglaterra la invitaron a trabajar en Alfa, y dos años después, luego de una crisis que atravesó la empresa, se fue a Francia.

"Sin embargo, entendí que Monterrey era una ciudad de muchísima prosperidad y trabajo, y que mis oportunidades eran mayores aquí que en Europa, y regresé", comparte esta mujer de oscuros ojos pequeños entre inquisitivos y curiosos.

En 1991 nacía el Museo de Arte Contemporáneo, presidido por Diego Sada. Emma había trabajado con él en Alfa y se integró a su nuevo equipo en la gerencia de relaciones públicas.

"Cuando me encuentro con este mundo del arte, me encantó y dije: es por aquí, pero me di cuenta de que mi educación estaba increíblemente raquítica y me puse a estudiar, a aprender, a tratar de entender.

"Fueron siete años increíbles. Me tocó esa época de oro del museo. Había muchísima energía. Éramos un magneto en Monterrey: traíamos, hacíamos y deshacíamos. Fui muy feliz. Soy una persona que tiene dos historias: before and after de Marco, porque cambió mi vida".

Emma, de piel blanca, delgada y no muy alta, cuenta que su aprendizaje fue una constante, entre viajes, cursos, charlas y actividades con curadores, artistas, coleccionistas, escritores, cineastas, pero ese capítulo terminó cuando hubo cambios en la presidencia del museo, y el siguiente fue abrir una galería con su nombre.

En ese tiempo también unió su apellido al de Ramis, su amigo y art dealer, en la Galería Molina Barquet, un proyecto que concluyó un año después.

Yolanda Santos, quien era parte del Consejo de Marco cuando Emma fungía como gerente de relaciones públicas de la institución, dice que iniciaron una amistad muchos años después, la que continúa porque el arte las une.

"Es una amiga muy fiel, inteligente y estudiosa, siempre tratando de hacer esfuerzos para desarrollar el coleccionismo y los conocimientos sobre la historia del arte Es difícil en esta ciudad porque el arte ha avanzado muy rápido en el mundo, y muchas veces el público no va a la par, pero ella es una enamorada de lo que hace".

II 

Entre obras, libros y rosas blancas que descansan en repisas, muros y pequeñas mesas, Emma confiesa que su decisión de abrir su galería fue temeraria, porque en un museo existe un soporte económico, mientras que hacerlo por cuenta propia es un reto titánico.

"Fue más por amor al arte que por conocimiento, aunque ya pasaron 18 años y heme aquí", dice satisfecha, y subraya que en la primera época contó con el apoyo de su amigo y socio Raúl Pérez.

En sus inicios, la galería estuvo en el centro de Monterrey. Al poco tiempo se trasladó a la Calzada Del Valle. Más tarde, a otra zona de San Pedro, y actualmente se localiza en Valle Poniente, en Santa Catarina, dentro de un moderno complejo en el que conviven espacios dedicados a las bellas artes, departamentos y un centro comercial.

"Casi al principio, en la casita de Aldama, por La Purísima, organizamos algo con Leonora Carrington y su hijo Paulo Weisz. A ella la conocí en Marco, y nos hicimos amigas.

"Me dijo que estaba loca cuando puse la galería, pero siempre me apoyó. Yo iba a visitarla dos o tres veces al año, y a pesar de que ya no está, mantengo muy buena relación con su familia y tengo el gusto de contar siempre con obra suya en mi espacio".

Emma comparte que hay un trabajo de escultura que la surrealista de origen inglés hizo al final de sus años, y que aún conserva algunas piezas.

"Fue una exposición que hicimos, pero estamos cuidando estas obras porque si seguimos vendiendo no van a tener el prestigio que alcanzarán con el tiempo".

Además de reconocidos creadores como Joy Laville, Mathias Goeritz o Rafael Coronel, Emma ha mostrado en los muros de su galería a talentos contemporáneos que en su momento no eran conocidos y que hoy despuntan en el mercado internacional, como José Dávila, Gonzalo Lebrija y Flavio Garciandía.

También ha apostado por los artistas de la lente, que en el pasado no tenían gran mercado, pero que hoy son muy solicitados. De hecho, una de sus primeras exposiciones fue la de la prestigiada Graciela Iturbide.

"Acabamos de hacer un proyecto de fotografía muy interesante llamado 'La Ciudad de las Montañas', que ha llegado a un espacio oficial como es el Centro de las Artes. Es una satisfacción enorme", exclama y añade que éste fue financiado por el coleccionista y empresario Manuel Rivero, con apoyo de Conarte, y en él participan Pablo Luz, Gerardo Montiel, Alejandro Cartagena, Eunice Adorno y Adela Goldbard.

Aunque también ha sorteado episodios casi de bancarrota, como en el 2008, cuando la economía global sufrió un colapso.

"Por fortuna, mi pasión, el apoyo de mis amigos y mi capacidad de trabajo son suficientemente fuertes como para sobreponerme a esos momentos", afirma y palmea el cómodo sofá en color tabaco en el que se sienta y del que se levanta a ratos.

Sofía José, codirectora de la galería, y más enfocada a las propuestas de los jóvenes, dice que Emma consigue lo que quiere con perseverancia.

"Es muy respetable cómo a pesar de los cambios en el medio, se mantiene como alguien relevante en la escena, alguien que ha contribuido a la valoración del arte en esta Ciudad.

"Es innovadora, crítica y de mente abierta. Somos de generaciones diferentes y hemos podido complementar nuestros puntos de vista. Para mí ha sido una mentora".

III

Emma cuenta que en sus inicios era menos analítica con la selección de artistas, que se basaba en la intuición, en la amistad, en los contactos, pero poco a poco ha privilegiado el que exista un soporte más sólido desde el punto de vista académico, de propuesta y exposición internacional.

La escultora Miriam Medrez, quien en marzo exhibirá una instalación contemporánea en la galería, señala que cuando Emma cree en el trabajo artístico se compromete.

"Es energética y creativa. Me ha impulsado no nada más a nivel de venta, sino de mi trabajo. Es de las pocas galerías que han permanecido al paso del tiempo, y eso es muy importante en una ciudad donde hay pocos espacios a nivel particular".

También sigue haciendo locuras. Aún se recuerda la ocasión en que contrató a un actor muy parecido al cubano Alonso Mateo, quien avisó de último momento que no podría venir a presentar su exposición.

"Él hacía pinturas enormes con una especie de diamantes y cosas así", dice Emma divertida, "pero al final de la rueda de prensa les dije a los reporteros: esto es un performance, y luego les puse al teléfono al Alonso verdadero".

Desde hace una década la galerista ha llevado a las principales ferias de arte de Nueva York, Ciudad de México, Madrid y Londres la obra de los creadores que hacen una diferencia con su propuesta en el mundo del arte.

"Hace unas semanas estuvimos en Zona Maco, en la Ciudad de México, con una exposición de Miguel Fernández de Castro. Tuvimos muy buena recepción de la crítica porque es uno de los artistas más interesantes del País. Su obra, que combina la geología, topografía, cartografía y geografía como mayor inspiración, no es fácil de vender, pero nos interesa más hacia dónde va".

Emma considera que estar presente en el ámbito internacional también garantiza a su clientela una adquisición de valor en todos los sentidos.

"Ayuda mucho, porque en 15 años si alguien quiere vender un cuadro que me compró ahora, de alguien con una propuesta, tendrá más mercado y verá multiplicada su inversión".

Enseguida menciona al regio Jorge de la Garza, cuya obra llevó a Londres hace unos años, y quien está empezando a colocar piezas en colecciones internacionales.  

"En estos últimos años estoy inclinándome mucho más hacia lo contemporáneo porque creo que el discurso de una galería debe ser muy propositivo. Hay también una nueva generación interesada en el arte, aunque no sólo se trata de vender, porque si te late, lo haces.

"Sin embargo, soy muy buena vendedora. Creo que habemos personas que podemos vender arena a los árabes. Claro, si me gusta lo que estoy vendiendo es más fácil; si no, no me sale, y en esto se requiere paciencia y que estés completamente enamorada de la pieza", subraya y hace una pausa. "Me casé con el arte, es un estilo de vida; nunca lo he considerado un trabajo".

Con información de Félix Barrón