Si la pandemia hizo evidente la prioridad que debe tener la contención emocional de los adultos en la agenda pública, también detonó una enorme y nueva presión sobre los adolescentes, mujeres y estudiantes de secundaria principalmente, víctimas de una diversidad de violencias y del desconcierto multifacético ante los mundos material y digital en cuyo contexto crecerán sus identidades.