OPINIÓN

El fantasma

Guadalupe Loaeza EN EL NORTE

4 MIN 00 SEG

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Desde que lo conocí tuve la sensación de estar frente a un fantasma. No recuerdo quiénes fueron los anfitriones de esa cena en donde nos encontrábamos varias parejas. El fantasma, el único sin pareja, no abría la boca, nada más escuchaba y de vez en cuando sonreía, eso sí, muy educado y con bonitos modales. Si mal no recuerdo fue en la época en que era secretario de Seguridad Pública del DF en el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas. En la mesa nada más se habló de política y de muchas anécdotas de Porfirio Muñoz Ledo. Bastó con que una de las parejas invitadas comenzara a despedirse para que todos los demás nos pusiéramos de pie dispuestos a retirarnos. En seguida se presentó el mozo con todos los abrigos. Poco a poco nos los fue entregando. Una vez que el mayordomo entregó todos los abrigos y bufandas, nada más le quedaba entre sus manos una gabardina azul marina. "Esa es mía", exclamó el fantasma con cierto nerviosismo. Al tomarla de pronto se escuchó "¡¡¡Boooom!!!". Algo muy pesado se había caído de la bolsa de la gabardina. Era una pistola. En medio de un silencio sepulcral, el dueño la recogió del suelo y sin pronunciar una sola palabra la guardó en su gabardina. Se subió el cuello de su gabán y se ajustó el cinturón; parecía de una película de gangsters de los sesenta. Mientras bajábamos en el elevador, incluyendo el fantasma, se sentía un silencio sepulcral. Para colmo, mi pareja y yo le habíamos prometido darle un "aventón". A medio camino, súbitamente el fantasma, quien iba en el asiento de atrás, dijo: "aquí me bajo, por favor". Se bajó del coche. Alejandro Gertz desapareció en medio de las tinieblas. ¿Por qué portaba una pistola en una cena entre amigos? ¿Qué hubiera pasado si al caer, se hubiera disparado y herido a alguien? ¿Por quién se sentía amenazado al punto de llevar un arma?