Con todo lo que ha ganado, con todos los trofeos levantados y con sus goles que han llegado a sitios históricos, Gignac ya no tendría que demostrarle nada a nadie y sin embargo, continúa levantándole la mano al entrenador como si fuera su primer entrenamiento, sigue bajando a recuperar balones como si fuera el partido de su debut y sigue mostrando sacrificio cuando su equipo defiende como si no tuviera el puesto titular asegurado.