VIDA

La piel de porcelana

Daniel de la Fuente

Monterrey, México (02 febrero 2014) .-00:00 hrs

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Carmita vive sola y con muy esporádicas visitas.

Carmita vive sola y con muy esporádicas visitas. Crédito: Claudia Susana Flores

Su belleza, como se muestra en esta pintura a sus 37 años, era extraordinaria.

Su belleza, como se muestra en esta pintura a sus 37 años, era extraordinaria. Crédito: Claudia Susana Flores

Escena de un historia de la serie Rutas del destino, con Tony Carbajal.

Escena de un historia de la serie Rutas del destino, con Tony Carbajal. Crédito: Claudia Susana Flores

A la mujer le quedan unas cuantas fotos y recortes de su trayectoria.

A la mujer le quedan unas cuantas fotos y recortes de su trayectoria. Crédito: Claudia Susana Flores

Su casa, hace muchos años señorial, está rodeada de maleza.

Su casa, hace muchos años señorial, está rodeada de maleza. Crédito: Claudia Susana Flores

Ella suele lanzar las llaves cuando se le llama por teléfono.

Ella suele lanzar las llaves cuando se le llama por teléfono. Crédito: Claudia Susana Flores

Viendo el documental sobre su vida.

Viendo el documental sobre su vida. Crédito: Claudia Susana Flores

Con el célebre columnista estadounidense Earl Wilson.

Con el célebre columnista estadounidense Earl Wilson. Crédito: Claudia Susana Flores

Hace unos pocos años, maquillada.

Hace unos pocos años, maquillada. Crédito: Claudia Susana Flores

La actriz suele tener buen humor pese a que dice no contar con recursos y debe pedir al DIF estatal que le envíe medicamentos.

La actriz suele tener buen humor pese a que dice no contar con recursos y debe pedir al DIF estatal que le envíe medicamentos. Crédito: Claudia Susana Flores

Esta noche el "Claro de Luna" de Debussy se escucha desde el balcón superior de la mansión al poniente de la Ciudad. De no ser porque se aprecia luz entre las cortinas y puertas entreabiertas en el segundo piso, uno pensaría que esta residencia rodeada de maleza y hojas secas lleva años abandonada.

En la habitación iluminada, en la que hay una cama king size, muebles en los que el color dorado ya palidece, muñecas, retratos de su familia y una pintura en la que aparece a sus 32 años, Carmita Ignarra mira en el televisor un documental que hicieron sobre su vida para que los recuerdos no se pierdan.

Ella cumplirá 87 años el 30 de marzo y, aunque afirma sufrir cataratas y cinco enfermedades, una de ellas relacionada con sus coyunturas, lo que le impide movimientos rápidos, está muy lúcida y conserva rasgos de la belleza que, hace años, la llevó a ser tan admirada y en la que resaltan sus ojos azules, a veces verdes, como si el mar del Caribe se concentrara en ellos.

"Mira, Cienfuegos...", suspira al ver el filme, realizado por Manuel Jurado, que inicia con su tierra natal y en la que niña sobresalió por su capacidad para declamar en público. Al tiempo, Carmita fue una estrella de la radio hablada y la televisión cubanas, sin contar que su físico la llevó a ser considerada la mujer más bella de la Mayor de las Antillas durante los años 40 y 50.

"¿La más bella de Cuba?", preguntó el célebre columnista estadounidense Earl Wilson cuando se la presentaron en La Habana como la más hermosa de la isla. "¡Del mundo!".

Hoy, dice Carmita, nadie la recuerda, aun cuando críticos como Genaro Saúl Reyes y compañeros de teatro como María Eugenia Llamas "La Tucita" y Rubén González Garza refrendan las palabras de la actriz: fue de una hermosura extraordinaria.

"En cuanto Fidel se hizo comunista yo me encerré en casa por años", cuenta. "Luego salí del país, volví por mis padres y me los traje a Monterrey, a donde me invitaron a hacer televisión. En Cuba me borraron, no me conocen: me duele hasta el alma".

Su paso por la isla, Monterrey y la Ciudad de México; las reseñas generosas en torno a sus presentaciones, así como sus amistades con distintas personalidades de Hollywood, fueron registrados a través de recortes y fotografías en una decena de álbumes que, un día, una mujer que Carmita hospedó en su casa, tras una discusión, le lanzó a la alberca del jardín trasero.

El lugar lleva años de no asearse y, en ese momento, tenía agua de lluvias recientes.

"¡Si así hubiera estado la piscina qué salvada me doy!", dice al ver en el documental la alberca casi vacía. Su figura luce muy pequeña y frágil en su habitación inmensa.

Algunos papeles se deshicieron en el fondo, entre lodo y lama, y de lo que se pudo sacar apenas si logra verse la belleza extraordinaria de Carmita en algunas de las fotografías más grandes.

Lo demás, a excepción de lo que ella cuenta o ha quedado en documentales, se perdió para siempre.

LA GUAJIRA

Dado que se le dificulta moverse, Carmita lanza las llaves de su casa para que el visitante tenga acceso.

Adentro es posible observar que la planta baja de la mansión está cerrada a la luz y al aire. Arriba, la actriz ha hecho de su recámara, oscurecida por cortinas de terciopelo y por la tela de muaré en la pared, un bunker lleno de recuerdos, los pocos que le quedan, ya que dice, muchos se los han robado.

"Aquí todo relumbraba", afirma, melancólica.

Ya sin hojas, algunos de los álbumes rescatados de la alberca reposan sobre el pasamanos de la escalera otrora señorial que lleva hacia la habitación de Carmita. En el suelo, adheridos entre sí, algunos recortes muestran un poco del registro de los años dorados de esta mujer. Algunos aún conservan los tachones que ella misma escribió: "Mala foto", "Horrible", "Pésima".

Esta mujer que afirma carece de recursos y que se alimenta solo con latas de Ensure que le lleva alguna amiga, es una de los dos hijos que tuvieron un comerciante descendiente de italianos, José Ignarra Petriccione, y Ana María Güell, aficionada al piano y perteneciente a la familia del catalán Eusebi Güell, mecenas de Gaudí.

"Siempre me ha dado pena hablar de eso, no me gusta", asegura y reconoce que su madre le criticaba la timidez, sobre todo la que manifestaría ante críticas de la prensa especializada, las cuales, pese a ser tan elogiosas, la hacían llorar de nervios.

"¡Sólo hablan de mí, ya no quiero eso!", lloraba.

"Eres una no nacida", le reprochaba su madre. "Una guajira. Eres tu mayor enemiga".

De hecho, dice que sus compañeros le decían "Cándida Inocencia", nombre del documental de Jurado.

Cuenta que su vida artística empezó cuando alguien la escuchó recitar muy niña Caperucita Roja y la invitó a recitales. Su primera presentación fue el 2 de febrero de 1937, en el Liceo de Cienfuegos, y causó sensación en la Perla del Sur.

A partir de ahí, a lo largo de los años Carmita llenó recintos con públicos que se volcaban admirados ante aquella niña.

"Declamé en casi toda Cuba, hasta las piedras me conocían", enfatiza orgullosa. "Todos fueron de un éxito a-po-te-ó-ti-co. Los teatros se venían abajo. Lo que hacen aquí ahora las bandas (gruperas) de porquería yo lo lograba con 16, 20 poemas de Santos Chocano, Rubén Darío".

Más tarde participó en programas de radio y obras teatrales, en compañías como la de Magda Haller y Otto Sirgo. Uno de sus momentos cumbre en Cuba fue interpretar a doña Inés en el clásico de Zorrilla, Don Juan Tenorio.

Sin embargo, fue en la televisión donde la actriz brilló como nadie, de acuerdo a las críticas que se logran medio leer en los recortes. Su espectacular belleza le atrajo simpatías, admiración y cariño, aunque siempre hablaron de su vena dramática.

"Caminar cinco cuadras hasta la estación de la CMQ me llevaba horas", sonríe, nostálgica. "La gente me detenía. Una vez unas mujeres me pidieron el nombre de la crema de porcelana que usaba, porque no les parecía posible que fuera natural.

"Tuve que echarme agua en la cara y en los hombros para que comprobaran que no me ponía ni polvo, que así era mi piel".

Sin embargo, decía que pronto la tuvieron hasta la coronilla en lo que se refiere a su belleza.

"Me tenían bomba", expresa.

Carmita también hizo cine en la isla: en 1948 rodó Cecilia Valdés, su primera película. De nuevo, éxito.

El futuro para aquella linda cubanita, que fue portada en dos ocasiones de la popular revista Bohemia, era prometedor.

MUSA DE DIEGO

Sentada en un mullido sillón al lado de su cama, de un buró con las fotos de sus padres y de su hermano, ya fallecidos, y de una mesita con medicamentos, Carmita salta de un episodio a otro y es difícil que amplíe sus anécdotas. Tiene prisa por narrarse a sí misma.

"¡Ya me voy a morir, chico, no paso ni el año!", protesta ante cualquier pregunta. "¡Deja que termine de decirte!

Así, describe de manera llana que, durante su participación en la obra "Mamá nos quita los novios", Santiago Reachi, productor de películas de Mario Moreno "Cantinflas", se enamoró de ella y le ofreció un papel en una película escrita por José María Pemán, uno de los favoritos de Carmita, con Luis Buñuel como director y con escenografía de Gunther Gerzso.

Sin embargo, al llegar a México, Carmita se daría cuenta de que el proyecto era falso.

De acuerdo a su versión, Reachi abusó de ella, por lo que decidió casarse con él para justificar la pérdida de su virginidad. Con él duraría casi cuatro años.

"Cada que lo quería dejar se hacía el que se enfermaba y el que se iba a quitar la vida", cuenta, recelosa. "Yo de tonta le creía, pero después tuve que tomar la decisión: era su salud o la mía".

Reachi le brindó comodidades, pero nunca le permitió participar en cine. Incluso, afirma, llegó a prohibírselo en una cena ante Samuel Goldwyn, fundador del emporio fílmico.

"Estábamos en una cena y, de un extremo a otro de la mesa, don Samuel dijo que haría de mí una gran actriz, pero Santiago, frente a todos, gritó: '¡Jamás permitiré que se diga ahí va el esposo de Carmita Ignarra!'. Fue un infierno estar con él".

Con él tendría a su única hija, Ana Carmen, a quien no ve desde hace casi 18 años, edad que tiene su nieta, que no conoce. Ambas viven en San Francisco, a donde la cubana no ha podido ir por falta de recursos.

Durante su matrimonio con Santiago, Carmita conoció a Diego Rivera, quien deslumbrado por la belleza de la actriz le obsequió las pinturas murales "La piñata" y "Niños pidiendo posada", y el óleo "Retrato de Carmita". Ninguna se quedó en poder de la cubana tras la separación.

"Fui muy infeliz en ese matrimonio y ni hablar de Cantinflas, ¡uff! Era un pesado, no volteaba a ver a nadie. El que sí me caía muy bien era Tin Tan: era tal como en sus películas".

Tras su divorcio, Carmita participó en cine y televisión tanto en México como en España e Italia, pero debido a su postura anticastrista nunca más volvió a trabajar en Cuba.

Muy seguramente ésta es la causa por la que en el Consulado de la isla en Monterrey no la tengan ni siquiera registrada.

"No sabía de su existencia, tampoco recuerdo que se la haya mencionado en Cuba", dice el Cónsul Pedro García Roque.

CREPÚSCULO

El maestro y crítico de cultura popular Genaro Saúl Reyes recuerda la llegada de Carmita a la Ciudad. Ella tenía 37 años.

"Fue toda una figura en Cuba y aquí en Monterrey tuvo un lugar especial en el Canal 6 de Televisión Independiente de México como protagonista del programa 'Rutas del destino' (los miércoles a las 9:30 de la noche). Luego protagonizó la primera telenovela melodramática en el mismo canal 6, 'Maribel' con Tony Carvajal, Alfonso Mejía, Dagoberto Rodríguez y Anita Martin. También apareció en el programa 'La casa de Luis Demetrio'".

Sin dejar de mirar el documental ("Mira cómo me brilla el pelo en esas fotos"), Carmita evoca cortante que la trajeron a Monterrey Jesús Alvariño y Raúl Du´Breuil, compatriotas suyos, pero fue haciéndose a un lado debido a envidias.

"Aquí había puros musicales, nada de corte dramático. Algunos de los primeros programas que hice dentro de la serie Rutas del destino fueron 'Lecho nupcial', 'El baile', 'Del brazo y por la calle', y 'La sirena varada'".

Se recuerda feliz, dice, porque caracterizaba a personajes distintos a ella: "Mi yo interior se estaba expresando".

Genaro recuerda que ella hizo varias películas mexicanas: El ángel caído, dirigida por Juan José Ortega; Los solterones, de Miguel M. Delgado; Y mañana serán mujeres e Historia de un marido infiel, dirigidas por Alejandro Galindo. También actuó en Siete muertes a plazo fijo, dirigida por Zacarías Gómez Urquiza, producción cubana-mexicana.

En 1970, a los 42 años, Carmita contrajo matrimonio con el médico regiomontano Mario Sanmiguel, a quien atribuye separarla nuevamente del medio artístico. Se divorciarían en los 80 y, sin dar detalles, cuenta que la casa en la que ahora vive es de él.

"Nunca he conocido el amor", lamenta a partir de su historia afectiva. "Yo, que antes que soñar con ser artista, soñaba con ser novia, no sé todavía lo que es estar enamorada. No fui feliz".

Lo mismo habla apesadumbrada sobre el amor en su vida que del "asco" que le despiertan el cha-cha-chá y el mambo: "Esa no es música cubana", advierte.

Tampoco le gusta la televisión local, por lo que suele ver series estadounidenses a través de un servicio de cable que alguien le paga, lo mismo que el teléfono. Las medicinas se las da el DIF estatal a través de Bienestar Social, aunque a veces no le llegan oportunamente por lo que debe insistir vía telefónica.

Quizá en alguno de esos canales llega a ver películas de Charlton Heston y Yul Brynner, quienes afirma la cortejaron (el primero durante la filmación de El Cid), o del actor italiano Amedeo Nazzari, quien le ofreció que, si ella quería, podía hacer cine en su país hasta el fin de sus días. Nada aceptó, agrega, por timidez y porque debía atender a sus padres, a los que se trajo a Monterrey y donde murieron.

"Era no ambulante", cuenta. "Lo mismo no acepté estar con Libertad Lamarque, porque me sentía atada a otros compromisos, que en una película donde tenía que besar en la boca a Pedro Infante... quién sabe qué sería de mí de hacer dicho que sí a todo".

Tampoco aceptó ser cortejada por el dos veces Presidente de Cuba Ramón Grau San Martín, mandatario soltero, y por el propio Fidel Castro. De hecho, a lo largo de la charla responsabiliza a su belleza de los tropiezos, aunque en otros momentos la presume y habla de su "piel de porcelana"; que carece de patas de gallo y que la juventud "le duró" casi hasta los 70 años.

"Mis esposos 'ayudaron', sin duda, pero quien tiene la culpa de que mi carrera no haya ido más allá es mía. Sólo mía".

Así, la diva que no fue vio pasar sus mejores años. Carmita ha alternado el silencio con breves participaciones en teatro y cortos. Su última presencia fue en programas de la televisión local que, pese a su contenido, la trajeron de nuevo a la notoriedad, a tal punto que su vida ha sido llevada a dos documentales: el de Jurado y el de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas.

Este cineasta confía en lo narrado por la actriz, pero se pregunta por qué no pudo ir más allá.

"Con una vena histriónica tan fuerte y con tanta gente alrededor se me hace curioso que no haya logrado realizarse, como ella quería, en el cine. Es posible que hayan sido los esposos, lo mismo las situaciones de la época. Aun así, logró cosas".

María Eugenia Llamas "La Tucita", Rubén González Garza y Luis Martín trabajaron con ella a su llegada a la Ciudad y la describen buena actriz. Sin embargo, ella misma se fue retirando o ya nadie le ofreció proyectos atractivos.

"Carmita fue una buena actriz melodramática, tomando en cuenta los parámetros del género en los años 50 y 60", afirma Genaro Saúl Reyes. "Su voz respondía a los lineamientos de la radionovela, pues también fue estrella de la radio en Cuba.

"Hay figuras del espectáculo regiomontano que quedaron en el olvido, y muchas ya murieron, pero no estaría mal que algún día le dedicaran espacio a la gente de radio, incluso a algunas ya fallecidas, como María Aurora Elizondo y Felipita Montes. O de teatro, como la hermosa Velia Torres, que también ya falleció".

En lo que se refiere a Carmita y de acuerdo al tono en como habla y recuerda, pareciera que quedó atrapada en su mejor momento. Sin familia cerca y con esporádicas visitas de amistades, la artista envejeció, sus recursos menguaron, los achaques han ido en aumento y hoy vive casi amurallada en una habitación en la que a veces suele revisar los escasos recortes que alguna mano amiga logró salvar del agua para hacerles nuevas anotaciones: "Esto no es cierto", escribe en una. "Así fue". "Pésima foto".

"Esta sí soy yo".