Si quisiéramos hacer un juicio de valor sobre una empresa mexicana en particular, no habría que voltear a la nacionalidad de sus dueños; lo relevante sería revisar el valor agregado y derrama que aporta en términos de empleo, remuneración, producción e innovación, así como las condiciones de los bienes o servicios -precio, calidad, disponibilidad y variedad- que ofrece al consumidor. También habría que ver si tiene un comportamiento socialmente responsable, contribuye al fisco como debe, trata de manera justa a sus trabajadores y se adhiere a una cultura de legalidad. Bajo esta óptica, una empresa podría ser aplaudida o criticada, independientemente de que sea propiedad de mexicanos o extranjeros.