OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes

Llega el viajero a La Morita, por el camino que va de Ciudad Victoria a El Mante, en Tamaulipas, y se detiene a cumplir un rito obligado para todo el que pasa por ahí: tomarse un jugo de mango.

Fruto de nombre masculino es ése, pero tiene connotaciones femeninas. Sus curvas de mujer, su aroma y dulcedumbre, su sonoroso nombre, lo hacen manjar apetecible a todos los sentidos corporales: la vista, el gusto, el olfato, el tacto y el oído.

Ahora el viajero bebe a pequeños sorbos este jugo al que llamaría néctar si no tuviera miedo de caer en lo ramplón. ¡Qué sabroso! Después del tercer trago deja a un lado el viajero todo miedo -¿quién puede tener miedo tras de beberse el trópico en un vaso?-, y declara que este jugo de mango es lo que dijo: un néctar. Y a quien quiera puede firmarle el viajero esa declaración, ramplona o no.