OPINIÓN

MIRADOR / Armando Fuentes Aguirre EN EL NORTE

1 MIN 00 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
San Virila salió de su convento esa mañana. Iba a buscar el pan para sus pobres. En el camino vio a un niño que lloraba porque su pelota había caído en las más altas ramas de un árbol, y no podía subir a bajarla. San Virila hizo un ademán. El árbol se inclinó y le entregó la pelota al niño.