OPINIÓN

Oscuro futuro

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN EL NORTE

3 MIN 30 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Conforme el tiempo ha transcurrido, el talante dictatorial de AMLO se ha acentuado. Tuvimos una muestra inicial de su autoritarismo con la insensata cancelación del aeropuerto de Texcoco, irracional acción cuyos efectos estamos ya sufriendo, y luego ha ido haciendo cada día más visible su vocación despótica. Su desapego absoluto de la ley, su menosprecio de las instituciones. Su alejamiento del orden jurídico son parte consustancial de su actuación política, y su ominosa voluntad de poder es cada día más evidente. Para implantar su dominio no vacila en hacer daño al País, que ha sufrido durante su régimen daños quizás irreparables. De ahí el pesimismo con que miro las protestas de los ciudadanos por la grosera embestida de López contra el INE. Las voces de los mexicanos conscientes serán como bordoneo de mosca en el oído de un jayán que duerme el sueño de su borrachera. Ebrio de poder está López Obrador, rodeado por una corte de sirvientes cuya absoluta ineficiencia sólo es igualada por su absoluta sumisión. Como piedra en pozo caerán en el ánimo del Caudillo las manifestaciones de quienes con sentido de patria se oponen a sus pretensiones. Está poseído por una egolatría que lo ha llevado a equipararse a Hidalgo y Juárez, a Madero y Cárdenas. "La Cuarta Transformación" llama a su régimen, en el cual se ve a sí mismo como continuador de las gestas de Independencia, Reforma y Revolución. Esa idea raya en los límites de la megalomanía y lo hace aparecer como un iluminado cuyo destino es el mismo de la patria. Mesianismo se llama una actitud así, que en el pasado ha tomado la forma del fascismo y de otras formas de Gobierno totalitario. Por eso los ciudadanos no debemos cejar en nuestra oposición a un régimen que busca perpetuarse en un maximato que López Obrador ya ni siquiera se ocupa en disimular. No cesarán las arremetidas del Caudillo contra el INE y contra todo aquello -contra todos aquellos- que en una forma u otra se opongan a sus designios o los hagan objeto de reproche. Nuestro País ha caído en la desgracia. Será necesario el esfuerzo de muchos mexicanos libres, democráticos y amantes de la justicia para poner a México en el camino de la paz, el orden y la unidad nacional. Muchas cosas hemos perdido bajo el dominio de AMLO. Instituciones valiosas han sido destruidas o desvirtuadas, y en algunos casos quienes las forman se han dejado corromper por vanas ambiciones de poder y de metal. Miles de mexicanos mueren cada día por falta de adecuada atención médica y por la carencia de medicamentos. La delincuencia organizada se ha apoderado de vastas porciones del territorio nacional, y lo ha hecho con la culpable lenidad de un régimen que responde a la cotidiana violencia de los malos con el pacato lema de "abrazos, no balazos". Los abrazos son los que el Gobierno da a los criminales; los balazos son los que reciben los ciudadanos, víctimas de la extorsión y de todas las formas de la violencia que reina en el País, violencia antes combatida y ahora tolerada y aun objeto de apapacho por parte del Caudillo. El horizonte nacional se ve sombrío, y oscuro el futuro de nuestro País. Hay algo, sin embargo, a lo que no debemos renunciar: la esperanza. Si la perdemos, con ella lo perderemos todo. Debemos seguir elevando nuestra voz sobre todas las injurias y denuestos, sobre la soberbia de quien ahora detenta el poder. La peor forma de corrupción no es la que se apropia de los dineros públicos, sino la que destruye instituciones para fortalecer un dominio personal. Contra esa forma de corrupción hemos de seguir luchando. Si no lo hacemos México se perderá... FIN.