OPINIÓN

El león y el cordero

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Hay que decir la verdad monda y lironda: la administración de don Benito Juárez era, si no un perfecto desastre -nada es perfecto en este mundo-, sí un caos, una anarquía, el ejemplo de la más completa desorganización.

Sucedía que los liberales andaban todos cogidos de las mechas. Se vieron triunfantes de repente, y empezaron a reñir entre sí por ver cuál de las diferentes facciones en que el partido estaba dividido tomaba la mayor parte del poder y lo ejercía para sacar adelante la concepción de gobierno que cada cual tenía.

A fin de describir aquella situación me valgo de las opiniones de uno de los más conspicuos liberales, partidario acérrimo de Juárez: don Guillermo Prieto. Dice el autor de la "Musa Popular" que "... en el seno de la Cámara se suscitaba terrible oposición al gobierno, llamando al poder al presidente de la Corte de Justicia, González Ortega... Degollado había quedado semidislocado del gobierno... Lerdo, aspirando a la presidencia, era -acaso sin quererlo- una entidad enemiga de Juárez y Ocampo, que le alejaban y casi le perseguían... Los asuntos militares giraban, por la fuerza de las cosas, como por cuerda separada. Por todas partes había meetings y reuniones, queriendo, en tumulto, dirigir la política. La prensa se entregó al más completo desenfreno.... Ramírez, el gran pensador y la bondad suma, era el fanfarrón de la palabra. Intransigente en cuanto a principios, quería plantearlos a toda costa y consumar la reforma, que era el pensamiento del gabinete en su mayoría. Digo en su mayoría porque Zarco, por una fatalidad y por circunstancias que no creemos lícito revelar, aparecía como en discordia con sus compañeros, haciéndose punto de apoyo contra toda reforma iniciada por sus colegas... La vida tempestuosa del gabinete le creó una existencia febril...".

El 20 de junio de 1861 don Santiago Vidaurri, quien aún militaba en las filas del liberalismo, le escribió una carta al olvidado don Ignacio Comonfort:

"... Discordia entre liberales por causas y fines muy miserables, espantosa anarquía, pobreza absoluta y bancarrota, vandalismo, inseguridad, en suma, una verdadera disolución social; ésta es la situación de México... Todas las ilusiones se han evaporado, y vemos con desengaño acerbo lo que pasa: un partido que no tiene pies ni cabeza, y que cada día se divide más... Medio año llevan de reformar, y ya estamos viendo el efecto diametralmente opuesto. Si sigue la Reforma el país se acaba...".

Tal era la verdad. Alguna vez alguien preguntó a Tales de Mileto, insigne filósofo de la antigüedad, quiénes eran los mejores soldados para defender a una ciudad. Inquiría sobre la calidad de los diversos soldados mercenarios cuyos servicios se podían contratar.

-Los mejores soldados para guardar una ciudad son los de madera -respondió aquel sapientísimo señor-.

Quien le hizo la pregunta no entendió en ese momento la respuesta. La comprendió después, cuando recordó que era costumbre fijar las leyes de la ciudad en tablas de madera que se fijaban en los muros para que todos conocieran la ley y la observaran.

Pues bien: la administración juarista no se apegaba al derecho. Ya dije cómo el propio Juárez, que se decía defensor de la Constitución del 57, lo primero que hizo cuando llegó a la presidencia fue violar una y otra vez la Carta Magna. El país no estaba regido por leyes, sino por la voluntad -a veces caprichosa- de los hombres. Así seguimos todavía.