OPINIÓN

La guerra de Guerrero.

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Se hincó en el suelo don Pedro Guerrero, y llorando a lágrima viva se abrazó a las rodillas de su hijo, que en vano se esforzaba por levantarlo. Con voz que los sollozos le quebraban suplicó el anciano. ¿Iba a seguir aquel río de sangre? ¿Durarían por siempre aquellas muertes, aquella destrucción? ¿Cómo era posible que combatieran padre e hijo, que hasta podrían hallarse en el campo de batalla frente a frente? ¿No pensaba en su mujer y su hija, abandonadas, que sufrían su ausencia y el sobresalto de saberlo muerto o prisionero cada día? Por su madre pidió el anciano al hijo que dejara las armas; por Dios le pidió que dejara ya esa rebelión.