OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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El aire forma pequeños remolinos de polvo que se elevan como ondulantes serpentinas sobre los campos secos. La lluvia se ha negado, y en el cielo sin nubes el sol es un hierro encendido que pone en los hombres y las cosas la marca de su maldición.

Ya no se oyen los gritos de los arreadores, ni las canciones de las mujeres que lavan en la acequia, ni las risas de los niños en la iglesia de Nuestra Señora de la Luz. Se escucha sólo el silbar del viento al sacudir las ramas grises de los pinos y las cañas de la agostada milpa.

A veces Dios se esconde tanto que sus más pobres hijos no lo pueden ver. Si a los rancheros les preguntaran este día si creen en Dios, responderían:

-'Orita no.