OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Los aragoneses, hijos de la Virgen del Pilar y habitantes de las riberas del Ebro, tienen fama de empecinados, de tozudos. "Más terco que un aragonés", dicen en España de quien se obstina en algo. Es muy sabido el cuento de aquel aragonés que iba por un camino. Alguien le preguntó a dónde iba. "A Zaragoza" -respondió. "Si Dios quiere" -le corrigió el que había preguntado. Y a más de corregirlo le dijo que si no invocaba la voluntad divina se convertiría en rana. Siguió su camino el aragonés, y otro le preguntó también: "¿A dónde vas?". De nueva cuenta el hombre respondió sin más: "A Zaragoza". "Si Dios quiere" -le repitió igualmente quien hizo la pregunta, a la cual añadió la misma admonición: por no decir "Si Dios quiere" podía quedar convertido en rana. Fue adelante el de Aragón, y a poco otro caminante le hizo la misma pregunta: "¿A dónde vas?". "A Zaragoza" -contestó el obstinado sujeto sin añadir la fórmula piadosa. En ese mismo instante quedó, en efecto, convertido en rana. Al verse en ese estado corrigió, mohíno: "Está bien: voy al charco. Pero de ahí ¡a Zaragoza!".