Reconocidos analistas y economistas de nuestro País han postulado con fuerza en los últimos años, la conveniencia de disminuir el déficit público. Si a estas voces le sumamos las terribles historias del pasado, se ha ocasionado (con justa razón) que la gente relacionemos inmediatamente la deuda pública con corrupción o actos indebidos y en consecuencia, que nuestros gobernantes hayan erradicado casi por completo del argot político esas palabras como si se tratara de un término peyorativo.