OPINIÓN

Muy señor mío

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Probablemente decir esto me cueste no poder ya nunca ir a Acapulco. Lo cierto es que Guerrero era hombre de muy pocas luces. Fue muy bueno don Vicente. Fue muy patriota. Fue muy íntegro. Pero era de corto entendimiento, aunque eso no se eche de ver en sus estatuas. Nació en el seno de una paupérrima familia campesina; tenía en las venas sangre negra, igual que Morelos, y como él era arriero y labrador. No tuvo más escuela que la de la vida, para usar una expresión inédita. Pero suplía sus pocas letras y su escaso cacumen con virtudes personales que quizá valen más que esa hueca erudición que en muchos suele volverse pedantería: era Guerrero un hombre lleno de buenos sentimientos, de nobleza y de generosidad; tenía un valor personal a toda prueba que a veces lo llevaba más allá de la osadía, y sobre todo, amaba profundamente a su patria, a "América", que era la palabra que usábamos para designar a nuestro país antes de que nos la birlaran los norteamericanos, que ahora tienen el monopolio de su uso.