OPINIÓN

Indio contra indio

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

0 MIN 30 SEG

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
La historia oficial, ese tejido de mentiras, nos presentaba la idílica visión de un grupo de liberales unidos en torno de don Benito Juárez y encendidos como él en la llama del amor a la República. Nada más falso. Los liberales estaban divididos en facciones, de las cuales las más numerosas eran la de los "puros" y la de los "moderados", que luchaban entre sí por allegarse la mayor suma de poder. Si Juárez prevaleció sobre sus enemigos fue porque a él le tocó ser el hombre de las confianzas de los Estados Unidos, y por lo tanto el que más se benefició con el apoyo que los norteamericanos brindaron a la causa liberal.

A veces encuentra uno referencias a ese apoyo en las fuentes más inusitadas. Hojeaba yo un libro, A history of Latin America for schools, escrito por los autores norteamericanos Samuel Guy Inman, y C.C. Castañeda, este último maestro de Historia en la Universidad de Texas, y en sus páginas hallé la siguiente curiosa referencia:

"... Soldados franceses ocuparon México (en la época de Maximiliano) y fácilmente empujaron a Juárez desde la capital hacia el norte, hasta llegar a El Paso, Texas. Pero el taciturno indio, guía de su pueblo, sabía que su causa habría de triunfar al fin. Cuando la gran guerra de los Estados Unidos terminó en 1865, y Francia fue notificada de que la presencia de sus soldados en suelo mexicano era una violación a la Doctrina Monroe, Juárez se animó. Todos los materiales de guerra acumulados en los Estados Unidos fueron puestos generosamente a disposición de Juárez ahora que la guerra entre los estados había terminado, y el harapiento ejército juarista pudo avanzar otra vez hacia el sur...".

Alguien se sorprenderá si digo aquí que el hombre más popular después del triunfo de los liberales no fue Benito Juárez. El nuevo ídolo del pueblo era don Jesús González Ortega, a quien Juárez odiaba cordialmente. Si el oaxaqueño llegó a la presidencia de la República fue por una simple casualidad, porque era el titular de la Suprema Corte de Justicia, y la Constitución determinaba que a falta de presidente el de la Suprema Corte debía hacerse cargo del Poder Ejecutivo. Cuando faltó Comonfort automáticamente don Benito ocupó la presidencia.

La verdad, sin embargo, era que la simpatía del pueblo, y también la de muchos liberales, estaba con González Ortega. Otro señor cuyo carácter de indio ha sido muy exaltado por los historiadores burocráticos, don Ignacio Manuel Altamirano, escribió estas duras palabras:

"... No habiendo salvado la situación el gobierno desmerece nuestra confianza. Este es un voto de censura, y no sólo al gabinete, sino también al presidente de la República (Juárez), que en medio de tanto desconcierto ha permanecido firme, pero con esa firmeza sorda, muda, inmóvil que tenía el dios Término de los antiguos... Se necesita otro hombre en el poder. El presidente haría el más grande de los servicios a su patria retirándose, porque es un obstáculo para la marcha de la democracia...".

Vuelvo a decir quién es el autor de esas palabras. Es Ignacio M. Altamirano, uno de los más levantados liberales de su tiempo. Tampoco a él le gustaba el modo de gobernar de Juárez. 

Poco a poco iba creciendo la popularidad de González Ortega, que tenía cualidades que a don Benito le faltaban. En ausencia de ellas contaba Juárez con una ventaja cuantiosísima: el apoyo que le seguían brindando sus amigos de "el otro lado".