OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Fue el licenciado Severiano García, el Chato Severiano, como con gran cariño le decían sus estudiantes del Ateneo Fuente, un saltillense de ingenio excepcional. Un alumno suyo lo invitó cierto día al estreno de su automóvil último modelo. Para mostrarle la precisión en el volante le señaló un papel que estaba en medio de la carretera, y pasó las llantas por encima de él. Quiso probarle después la excelencia de los frenos, para lo cual se dirigió a la máxima velocidad en derechura de un árbol de grueso y amenazante tronco, aplicando los frenos sólo en el último segundo, de modo que el coche se detuvo con gran chirriar de llantas a escasos milímetros del árbol. "-¿Qué le pareció, maestro?" -preguntó el conductor-. "-Formidable, -dijo el Chato-. Pero ahora llévame allá donde quedó el papel". Cuántas cosas podrían contarse del Chato Severiano, saltillense de genio, ingenio sin igual.