OPINIÓN

Naipes y ajedrez

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Llamé "infortunado" a don José María Lafragua. Alguien me preguntará por qué. Lo digo ahora. Se iba a casar don José María. El día de su boda la novia, una hermosísima muchacha, entró en el templo, radiante como todas las novias. Al llegar al altar tendió los brazos a su feliz desposado. Pero de pronto, ante el dolor y la consternación de todos los presentes, cayó al suelo sin conocimiento. La auxiliaron parientes y amigos, pero todo fue inútil: estaba muerta, víctima de fulminante ataque al corazón. Díganme si no tengo razón al llamar a don José María "pobre", y más porque era poeta. No le quedó otro consuelo que escribir el epitafio en la tumba de su amada: "Llegaba ya al altar, feliz esposa. / Ahí la hirió la muerte, aquí reposa".