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LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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De Cuba fray Servando huyó a los Estados Unidos y fue a dar a Filadelfia. Era entonces esa ciudad, según frase de don Martín Luis Guzmán, un "'paraíso de conspiradores". Igual que Londres, la cuna de la independencia americana era centro de reunión de aventureros, soldados de fortuna, idealistas quiméricos, mercaderes de ideas, agentes y espías de todos los gobiernos, hasta de los que ni siquiera existían de verdad. Bullía Filadelfia con toda suerte de conjuras y de conspiraciones públicas y secretas, planes y proyectos grandiosos. Sus imprentas trabajaban de día y de noche para sacar a la luz proclamas, manifiestos, códigos, constituciones y demás documentos en que los nombres de la independencia y de la libertad eran citados en un renglón sí y en el otro también. 

En Filadelfia conoció fray Servando a un grupo de católicos norteamericanos que, bordeando los linderos del cisma y de la apostasía, intentaban reformar la organización de la Iglesia para conseguir que fuera la asamblea de los fieles la que, al estilo de lo que se usa en algunas denominaciones protestantes, designara a la jerarquía de la Iglesia, y no sólo a los párrocos, sino hasta al obispo mismo. La singular revuelta reformista era encabezada por el vicario de la Catedral, un tal padre Hogan de oscuros antecedentes que al ser destituido inició un movimiento de protesta. A él se unió el padre Mier, quien ahora se ostentó nada menos que como Nuncio del Papa, y andaba otra vez vestido de morado repartiendo indulgencias a manos llenas a quienes lo siguieran. El movimiento fue sofocado pronto; los reformistas volvieron a la obediencia, y el padre Hogan tuvo el castigo mayor por su infidencia: se casó.

No se quedó quieto por eso fray Servando. Escribió un nuevo manifiesto dirigido a los mexicanos exhortándolos de nueva cuenta a la rebelión y dándoles a conocer sus observaciones sobre el sistema de gobierno norteamericano, que él consideraba ejemplar y digno modelo que se debía imitar. En su arrebato de entusiasmo llegó a decir fray Servando que la república es la única forma de gobierno que tiene su origen en la voluntad de Dios. 

Hemos de dejar a fray Servando de Mier en Filadelfia. Lo hallaremos después, ya consumada la independencia mexicana, y seremos testigos de sus tremendos encuentros con otro norteño, don Miguel Ramos Arizpe, con el que libró enconadas luchas de ideas. Rivales acérrimos fueron el regiomontano y el coahuilense. De fray Servando dijo una vez Ramos Arizpe: "Es un niño de cien años". Hacía alusión el Chantre lo mismo a la candidez de niño de fray Servando, que le hacía caer en las más burdas trampas, que a la sabiduría de su experiencia de aventurero, que le permitía salir airoso de ellas. Por su parte fray Servando decía pestes de Ramos Arizpe: "¡Cuidado con el Chato! -advertía a sus paisanos-. Para él Saltillo es todo y Monterrey es nada. Quiere para Saltillo Audiencia, Comandancia General, Intendencia y hasta Universidad. Ese Chato nos pierde. Si alguien no contrarresta su influjo, se lo lleva todo al Saltillo". Y luego, cauteloso, añadía Fray Servando: "Cuidado con que Ramos Arizpe huela nada de lo que digo contra su Saltillo. No he visto hombre más ciego por su villorrio".

Nunca quiso bien el padre Mier a los habitantes de la tierra vecina a la suya. Cuando estuvo en Madrid se movió en los altos círculos de la Iglesia para impedir que la sede episcopal de Monterrey fuera trasladada a Saltillo. El entonces obispo quiso trasladarse a esta ciudad porque no podía sufrir los calores de aquélla. En una visita que hizo a la villa de Santiago del Saltillo le agradó mucho a Su Excelencia el salutífero clima saltillero, y se encantó con sus añosas huertas de perones y membrillos. Quiso por eso trasladar su obispado a aquella pequeña, encantadora población. Pero no contó con la oposición a larga distancia de fray Servando, que se salió con la suya, pues merced a un laborioso cabildeo y moviendo todos los resortes que pudo consiguió que el obispado siguiera en Monterrey. Se jactaba luego: "Si aún existe la catedral, a mí se debe".