OPINIÓN

El adefesio

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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La palabra "adefesio" tiene una curiosa etimología. Proviene, dice don Joan Corominas, "... de la antigua locución adverbial 'ad Efesios', que significa 'en balde', 'fuera de propósito', disparatadamente' (hablar ad Efesios), y ésta de las palabras latinas 'ad Ephesios', hablar a los habitantes de Efeso, título de una epístola de San Pablo, aludiendo a las penalidades sufridas por el santo durante su predicación en esta ciudad del Asia Menor...". "Adefesio" se llama a todo aquello que es, dice la Real Academia, "'... despropósito, extravagancia, disparate...". 

Pues bien: de adefesio fue calificada la Constitución de 1857. No se piense que así la llamaron nada más los conservadores, enemigos de quienes la hicieron: aun entre los liberales hubo quienes consideraron que el nuevo código político era un adefesio.

Lo que sucedió es que los diputados constituyentes tuvieron que estar, al hacer el articulado de la Constitución, con un ojo al gato y otro al garabato. Quiero decir que procuraron impulsar sus reformas, pero sin alejarse demasiado de las tradiciones y modos aceptados por el grueso de la población de México. En eso se mostraron prudentes. Su prudencia, sin embargo, no fue apreciada ni por los tirios ni por los troyanos. Mientras que los conservadores los tacharon de herejes, apóstatas, renegados y enemigos de Dios y de la Iglesia, los liberales "puros" les dijeron que eran tibios, medrosos, timoratos, y aun llegaron a acusarlos de haber chaqueteado, de traicionar el ideario liberal. Tuvieron los legisladores del 57 la suerte del cohetero, que oye silbidos lo mismo si el cohete sube al cielo que si se queda en tierra.

Muy bien lo dijo el gran historiador chihuahuense don José Fuentes Mares: "... El hecho más importante de esta etapa (la que siguió a la dictadura de Santa Anna) fue la convocatoria del nuevo Congreso Constituyente, y la Constitución promulgada y jurada en Querétaro en 1857 (por un lapsus cálami confunde en este punto don José la Constitución del 57, que se juró en la ciudad de México, con la de 1917, promulgada efectivamente en la capital queretana), parteaguas de la historia mexicana y bandera de los liberales radicales en la inminente guerra de Reforma. El drama de la Constitución de 1857 consistió en no satisfacer las exigencias de los extremistas, y en rebasar con mucho las de los conservadores...".

La jura de la Constitución se hizo "en el nombre de Dios". El padre Cuevas, quien representa la obcecación de la Iglesia Católica ante el documento, no apreció la buena disposición de los diputados al reconocer a la Divinidad y al amparar sus actos con la invocación de su nombre. Antes bien consideró esa mención "un sacrilegio y un pecado muy grave".

No cabe duda: los constituyentes se mostraron mesurados y conciliadores. El señor Zarco, al presentar la Carta Magna, dijo estas palabras: "... La obra de la Constitución debe naturalmente (lo conoce el Congreso), resentirse de las azarosas circunstancias en que ha sido formada, y puede también contener errores que se hayan escapado a la perspicacia de la asamblea, por eso ha dejado expedito el camino a la reforma del Código político...".