OPINIÓN

"Ahora sí, muero con gusto"

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

0 MIN 30 SEG

31 mayo 2025

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Cuenta don Carlos María de Bustamante -quien recogió esta narración del periódico "La Abeja de Chilpancingo"- que cuando Rayón atacó el campo llamado del Grillo para acercarse a Zacatecas, hubo necesidad de emplear un cañón pequeño a fin de hostilizar a las fuerzas que oponían resistencia al avance de los insurgentes. Los artilleros no podían disparar el tal cañón, pues tenía la cureña destrozada, y sólo se disponía del tubo. Un soldado anónimo, entonces, ofreció servir como cureña o apoyo del cañón. Se puso a gatas, sobre su espalda fue atado el tubo con fuertes cuerdas, y así los artilleros pudieron disparar el cañón. La fuerza tremenda del retroceso derribó al heroico combatiente con la columna vertebral hecha pedazos. La agonía del infeliz no asustó a un compañero suyo, igualmente desconocido, que pidió substituirlo y servir él también como cureña. Sin embargo, más precavido, hizo que antes de que le ataran el cañón le envolvieran la espalda con mantas y frazadas para atenuar siquiera en parte el rigor del embique o retroceso. El nuevo disparo surtió el efecto deseado y los insurgentes pudieron avanzar. Tendido en tierra el primer soldado, agonizante, preguntó con voz desfallecida: