OPINIÓN

¿Bailamos, señor cura?

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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19 abril 2025

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La mañana del 23 de mayo de 1812 los habitantes de Guadalajara presenciaron un acontecimiento desusado. Por la calle principal iba una ridícula carreta tirada por un buey y un asno, y adornada con trapos de colores. Atrás de la carreta, casi desnudo, cubierto apenas con un astroso taparrabos, atado de manos, pero con la cabeza erguida en altanero gesto desafiante, caminaba un hombre. Llegado que fue el cortejo a la plaza donde se alzaba el patíbulo, el hombre fue ahorcado. Ningún gesto turbó la serenidad con que recibió el suplicio. Luego su cadáver fue colgado en lo alto de un poste, para exponerlo a la curiosidad de la turba por dos horas. Seguidamente los verdugos bajaron el despojo, y ante los ojos de la horrorizada multitud procedieron a cortarle la cabeza, que pusieron en una jaula de hierro en lo alto de la horca. Le cortaron también al cadáver los brazos y las piernas, y los mutilados miembros fueron enviados a cuatro puntos diferentes para ser expuestos: el brazo derecho al pueblo de Zacoalco, cerca de Guadalajara; el otro brazo y las dos piernas a las tres garitas de acceso a la ciudad.