OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN EL NORTE

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Hace mil años había un árbol a la orilla del camino entre Arca y Compostela.

Con la tierra, el sol y el agua el árbol construyó su fronda. Las ramas se levantaron, altas igual que el aire, y fueron casa para las aves y sombra para los viandantes. Cuando llegó el otoño el árbol dejó caer sus hojas. Un peregrino que al pie del árbol le había hecho el amor a una muchacha recogió una hoja y la puso entre las hojas de su himnario, como recuerdo.

Diez siglos han pasado. Ahora en el Potrero hay otro árbol. Se le ve desde lejos, patriarca verde rodeado por la mies dorada. Viene ya el otoño, y empiezan a caer las hojas de ese árbol. Levanto una y la pongo en el libro que estoy leyendo. Así hallaré la página donde he de continuar la lectura interrumpida. 

Nadie lo sabe -ni yo mismo-, pero la hoja que va en mi libro es la misma que hace mil años puso en su himnario el caminante.