Hacia el cadalso

Iba don Ignacio Aldama jinete en brioso caballo por el camino real de Béjar, en tierras que son texanas ahora. Fue licenciado en Derecho don Ignacio, pero ya se le había quitado, y más desde que el Colegio de Abogados de la ciudad de México lo expulsó de su seno cuando tuvo noticias de que Aldama -¡qué locura; tan serio y formal que se veía!- simpatizaba con los insurgentes. Contento cabalgaba don Ignacio, ataviado con su elegante uniforme de Mariscal de Campo exactamente igual a los que usaban los mariscales de Napoleón. ¡Cómo cuidaba su uniforme Aldama! Le dolía que le cayera el polvo del camino y le diera el sol. No sabía que ese uniforme iba a ser causa de su muerte.