A las 2 y media de la tarde de aquel día fatal, 21 de marzo de 1811, fray Gregorio de la Concepción, prisionero de Elizondo, oyó desde el portal de la casa donde lo tenían preso un tiroteo a la distancia. Se alegró el pobrecillo, porque pensó que las fuerzas que venían con los jefes insurgentes habían hecho frente a Elizondo, al que de seguro vencerían. Se engañaba. Elizondo tendió con mucha habilidad la trampa, y cayeron en la celada los caudillos. Venían muy separados unos de otros, pues Elizondo, luego de cegar otras norias del camino, les había hecho creer que las de Baján tenían el caudal tan reducido que si llegaban a ellas todos juntos las agotarían. Así pues marchaban los insurrectos en pequeños contingentes, alejados unos de otros por distancias considerables. Elizondo colocó a sus hombres en una vuelta del camino, de tal manera que sin verlos iban llegando los insurgentes en carruajes y así caían en manos de Elizondo. Los que venían atrás no se daban cuenta de lo que sucedía.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.
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