OPINIÓN

En el mar la vida no es más hermosa

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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El 24 de octubre de 1816 Francisco Javier Mina salió de Puerto Príncipe con rumbo a Galveston. La navegación fue una pesadilla. Reinaba en el mar de las Antillas una terrible calma chicha que hizo que los barcos de la expedición quedaran casi inmóviles durante largos días, sus velas colgando flácidas, pues no soplaba ni un asomo de viento. El tedio, la forzosa inactividad, hicieron surgir revueltas entre los soldados, ya de por sí levantiscos por su carácter de mercenarios. Mucho tenían que afanarse los oficiales para poner entre ellos orden. Estalló la fiebre amarilla en la goleta que Mina había fletado en Puerto Príncipe para sustituir a la arruinada por la tempestad. Tan intensa se declaró aquella terrible enfermedad que ocho marineros murieron, entre ellos un coronel apellidado Daly. Quedó la goleta sin gente que la supiera navegar, de modo que hubo necesidad de que la remolcara el bergantín en que viajaba Mina. Por la vecindad de las dos naves se presentó también la fiebre en la nave principal, pero ahí no hizo más estragos que matar a un soldado, gracias a los empeños que por combatir el mal hizo el doctor Hennessy, de nombre evocador y sugestivo.