OPINIÓN

'¡Mi reino por unas ancas!'

LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE

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Son los guerrilleros como las criaturas montaraces. Tienen su mismo instinto, quizá porque la vida en descampado les aguza todos los sentidos. Algo sintió, algo presintió Francisco Javier Mina en aquel amanecer del 15 de junio de 1817. Se certera sensibilidad le avisó del peligro que corría junto con sus hombres. Dos mis realistas, en efecto, lo tenían cercado. Igual que la fiera acosada por el cazador, Mina entró en tensión. Saltó de la yacija donde había pasado la noche y salió de la casa de la hacienda. Comenzaba a clarear. Subió el caudillo a una azotea y oteó el campo. No se equivocaba en sus temores: muy cerca, ocultos entre los montecillos o al cubierto tras de los troncos de los árboles, vio a los numerosos soldados del ejército realista.